O la razón por la que a un agnóstico, ateo o budista le emociona la Semana Santa.
¿Existe algo más rico que una buena torrija de leche? (Sí, una vez más haciendo gala de nuestros glamourosos nombres). Creo que, aún siendo completamente adicta al chocolate, este es casi sin dudarlo mi dulce favorito o, al menos, está en el Top5.
La torrija es uno de esos dulces típicos que se hacen en una fecha determinada no sé muy bien el porqué. Los ingredientes se encuentran en cualquier cocina en cualquier época del año: Pan, huevo, leche, azúcar, canela, limón y aceite de oliva para freír. No hay más.
Se mojan las rebanadas de pan en una mezcla de leche, azúcar y canela (bien empapados). Se pasa por huevo y se fríe. Se cubre con un jarabe hecho a base de limón, canela, azúcar y agua (hasta que empiece a hervir). Simple, fácil, de toda la vida. Y aún así, mi madre me sorprende cada año haciéndolas más y más ricas.
Se suelen comer frías, y cuanto más tiempo pasan bañándose en el jarabe más ricas están. Pero yo no puedo resistirme a comerme la primera torrija recién hecha y aún calentita acompañada de un vaso de la leche con canela y azúcar que se ha utilizado para remojar el pan. ¡Qué rico!
En la foto muestro una torrija de las de este año. Impresionantemente rica y bonita. Aunque siempre he pensado que las torrijas eran, por naturaleza, un dulce bien feo. Precisamente ahí está la gracia: no es un postre atractivo para los niños, así que el individuo no empieza a apreciarlas hasta que ha llegado a cierto nivel de madurez gastronómica. Y después de probarlas se pregunta: "¿Dónde has estado tú toda mi vida?"
Una vez llegado a ese punto se pregunta uno por qué hay que hacerlas solamente en Semana Santa. En otros lugares del mundo existe algo parecido a esto (con otro nombre, por ejemplo French Toast, Pain Perdu) y se suele comer en Navidad.
Mi teoría de por qué la tradición nos obliga (sólo a algunos) a comerlas en Semana Santa es la siguiente: 1) Aunque es fácil y esta buenísimo hay que reconocer que es un engorro en la cocina, los cocineros del mundo deciden satisfacer la demanda únicamente una vez al año. Como es lógico no se hace una torrija, se hacen unas 20, porque además duran bastante si se miman bien.
2) Dado que en la cultura cristiana se prohibe comer carne durante la cuaresma, se empiezan a hacer torrijas antes de Semana Santa, cuando uno tiene un mono insaciable de un buen filete. Jugoso, tierno y pecaminoso.
Pues bien, la torrija es un buen sustituto de ese buen filete tanto a los ojos, como al gusto - no es que sepa a carne, es que después de una torrija, solo quieres más torrijas o una buena siesta-). Jugosa, tierna, libre de todo pecado... ( ¿o no...?).