CALTON HILL (o cómo ver una ciudad desde las alturas).
Edimburgo es una de esas ciudades ideales para descubrir durante un fin de semana. Acogedor, medieval, bucólico, podría inspirar la melancolía a los pasos solitarios que suben las empedradas cuestas hacia el castillo. La neblina y lluvia no hacen más que realzar ese sentimiento de irrealidad que tiene el turista cuando pasea por sus calles.
Tras subir la noble Milla Real, recorrer los callejones y pasear por sus bien cuidados parques al son de las gaitas con las que algún "scotsman" trata de divertir a los turistas -y de paso sacar unos peniques- uno tiene la certeza de conocer el casco histórico al dedillo. Sin embargo, el turista descubre la ciudad con los ojos de un miope que no es capaz de apreciar el todo hasta que no sube a la colina Calton.
Ni siquiera las preciosas vistas desde el castillo ofrecen una fotografía tan completa y única como la de esta colina, que es capaz de mostrar en un solo vistazo los más destacados monumentos de la ciudad y recordarle que el Mar del Norte baila constantemente a los pies de la ciudad.
Este paraje es el colofón ideal para el agradable paseo que ofrece la ciudad de Sir Arthur Conan Doyle quien, sin duda, fue inspirado por la neblina y el paisaje burgués al tramar sus misterios (aún se puede visitar el antiguo pub localizado en la Royal Mile en el que el famoso novelista se tomaba sus pintas).
Calton Hill está coronado por el "Monumento Nacional" que es un recuerdo a las víctimas de las guerras napoleónicas, una suerte de Partenón inacabado que es responsable de que a Edimburgo se le conozca como la Atenas del Norte.
